jueves, 26 de marzo de 2015

Queremos el mismo revólver

"...qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche..."
«Después de las fiestas»
Qué putada es la moderación


Me dice al otro lado del teléfono. Tengo un libro de Yeats en la mano.

Qué putada.





Pierdo el bus, me insolo en la piscina, y me da sueño, tengo una herida en el alma que no cierra, cuando pienso que existió la posibilidad de que el libro más importante de mi vida se extraviara 

de sus manos, 
una obra de teatro se caga en uno de mis libros favoritos,

la gata tiene pulgas.
Hace mucho no escribo. 


Hay jueves que no dan para mucho más que reclamos.

Yeats está plagado de polisíndeton. Tu blog también.
¿Hace cuántos años lo revisaba diario? Nunca te habías ido tanto tiempo, entonces es imposible no extrañar tus transhumancias.
Son patadas de ahogado. Innumerables veces leí esa misma entrada, me miré al espejo, lloré, lloré mucho y con muchas ganas, me perdoné llorar. Qué milagro hiciste.


Ahora "ya nunca más te acompañaré a casa" y me sacudo el polvo mientras me digo "¡Ánimo animal!" como aquel día en que sentados juntos en el filo de la montaña miramos los arreboles o ellos nos miraron a nosotros.
Withman y no Yeats.
Cómo cambian las cosas. Yo pensé que habías sido tú quien me enseñó a Migue. Al parecer fue al revés. Quién sabe de qué maraña de sitios lo saqué. Todavía me lo pregunto. 
Qué difícil es todo cuando se tiene más tiempo de pensar en lo trivial, de pensar en tercera persona, pensar solo, andar solo, comer solo, querer y quererse solo.
...saberse solo

...incendiarse solo.


Un francés me cuenta en su restaurante sobre Globeco, que es de su padre, es economista como yo jugaré a ser toda la vida. Me convenzo de que es bonito. Se llama Philippe, es amable aunque sonríe poco, su esposa tiene la piel negra, siempre acompañada de una sonrisa hermosa.


Yo sonrío, siempre sonrío.

Tengo atorada en la memoria una fotografía de Art Shay, de Beauvoir desnuda en el apartamento de Nelson Algren. "Chico travieso", dijo.
Me gustaría que fuera exclusiva de mi memoria.
O de mi libro.
Impresa en esa página.

Nunca te la enseñé.


Hay días en que no te perdono haber llegado a mi vida, no te perdono haberme robado tanto tiempo ni haberme enseñado tantas palabras. No te perdono haber llegado porque ahora eres un eterno 8 de Febrero con el poder de hacerme mucho daño.

Hay días en los que sobretodo no te perdono nada, no perdono a la muerte enamorada, ni a los naufragios de Fogwill y lo mucho que extrañé a Ilona. No me perdono no haber sido la lectora de cafés y librerías de cuyo retrato estabas enamorado, cantar en italiano, vestirme de domingo, dos de la mañana, cigarrillos húmedos, café frío, el "stiamo sbagliando tutto".
Leerte con desgana, leerte sin sosiego, leerte con odio, sin tiempo, rápido lento. Lamento haber tardado tanto en enterarme.
Leer una y otra y otra vez.




...y al final la añoranza no respeta los estados de ánimo, y al final de la jornada logré encontrar al gato y al final lo nimio tiene un especial asiento estos días, justo debajo del esternón, acurrucado.

A la derecha guardo la culpa.

A la izquierda lo que me queda de hormiga

Ya nunca más me acompañarás a casa.


"...Tengo una pena tan alegre por culpa de la inercia vital que has dejado, hija de puta, que no entiendo absolutamente nada de lo que le pasa a mi corazón, a mis vísceras, a mi amalgama de risas y lágrimas y jurársela a la puta muerte enamorada, a este no creerme que haga tres días que no estés y a la vez sentir que mañana te voy a encontrar en Plaza Nueva...
...Ah, y que te quiero..."

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